Sunset Boulevard, un microcosmos de nostalgia que ha sido fuente de inspiración para Oliver Peoples.
Tiene que empezar con la luz. La luz dorada debe aparece al comienzo de cualquier historia sobre Los Ángeles... y tal vez las palmeras, la mitología de Hollywood, la arquitectura local, los coches deslumbrantes y la gente guapa.
Chateau Marmont en Morton’s Rest, Los Ángeles. Fotografía de Ron Galella para Getty Images.
Si lo que desea es apreciar todo ese legado estético con una sola mirada, lo mejor que puede hacer es situarse en cualquier lugar a lo largo de Sunset Plaza, el querido tramo de tiendas y restaurantes en mitad de Sunset Strip al que el tiempo parece haber olvidado. Unos pocos bloques que, como si estuvieran conservados en ámbar, apenas han cambiado en todos sus años de existencia. En una ciudad conocida por la despreocupada destrucción de su pasado, Sunset Plaza es un milagro. Ha permanecido más o menos igual desde... ¡1924!
Esta franja del Strip ha sido escenario de gran parte de la historia de Hollywood. Aquí, por ejemplo, tenía George Hurrell su estudio de fotografía y el gran diseñador de interiores Billy Haines tenía su local, al igual que el diseñador de moda Don Loper. También el afamado diseñador de vestuario de la MGM, Adrian, (Mujeres, El mago de Oz) abrió una tienda de antigüedades en esta zona. El Café Trocadero, club legendario donde los haya, estuvo abierto entre 1934 y 1947. Durante décadas, estos edificios han ofrecido un refugio elegante y han sido paseo obligado para todos los que deseaban ver y ser vistos. Una lugar para iniciados que continúa siéndolo, por el que siguen paseando hermosos perdedores y visionarios brillantes.
Las OP-506 de Oliver Peoples en película original.
La historia del rock and roll y los terremotos surgidos de la agitación juvenil parecen envolver Sunset Plaza desde todas las direcciones. Las famosas revueltas jóvenes de 1966 tuvieron su epicentro en torno a Crescent Heights y en el este de Pandora’s Box. En el oeste, los punks de finales de los años 70 y las bandas de hair metal y sus fans de los 80 revoloteaban para salir de fiesta en torno a los principales clubs —el Whisky a Go Go, el Roxy y el Gazzarri's—, convirtiendo sus excesos en leyenda. Cuando los clubes cerraban, seguir hasta el amanecer en el aparcamiento del Rainbow —esperando que sucediera algo o la proposición deshonesta de cualquiera— formaba parte del ritual. Bienvenido a la jungla, que dirían Guns N' Roses.
Y aun así, en medio del huracán —sobre todo en los 80, el verdadero vórtice de agitación en Sunset Plaza— las recatadas Nancy Reagan y Betsy Bloomingdale podían encontrarse en el recibidor para mascotas del centro de manicura Jessica’s Nail Clinic mientras David Geffen, Berry Gordy y Mike Ovitz celebraban comidas de negocios en Le Dome, el restaurante de moda cofundado por Sir Elton John (uno de los mayores fans de Oliver Peoples) y en el que no era raro encontrar también a Don Johnson, Roger Moore o Sly Stallone. Sunset Plaza, con sus toldos y sus aparcacoches, era el escenario seguro en el que tenía lugar la vida de los ricos y los famosos de Hollywood.
Bellos coches clásicos aparcados frente a Tower Records en Sunset Boulevard. Fotografía de Janet Knott/The Boston Globe para Getty Images.
Al otro lado de la calle, un pionero, Charles Gallay, abrió su boutique homónima, con un interior minimalista tan impresionante como las prendas de Azzedine Alaïa que mostraba por primera vez. Según cuenta la leyenda, las clientas de Gallay, jóvenes estrellas de cándida belleza, solían firmar en una de las paredes de la boutique. Con toda seguridad, sus rúbricas se habrán perdido para la posteridad tras capas y capas de pintura.
La película American Gigoló, de Paul Schrader, supo inmortalizar como ninguna el espíritu de esa época, unos años 80 con aroma a dinero y a Hollywood, con trajes de Armani y bellos cuerpos rodando por sábanas de diseño, Mercedes SL negros descapotables y otras encarnaciones del deseo. El lugar en el que se encontraba el apartamento del personaje de Richard Gere, Julian, y que casi parecía la residencia oficial de la plaza, estaba a solo unos pasos de Sunset Plaza, un complejo diseñado por Paul Williams en el más puro estilo Regencia de Hollywood con franjas blancas y negras y que, por desgracia, se demolió años atrás. El ritmo moderno y decididamente sexy de Giorgio Moroder, con su festival de beats mecánicos, sería la evocadora y exuberante banda sonora de la época. Llámame..., como decía Blondie, evocando ese ambiente, en su canción. Para los noctámbulos de los 80, las gafas de sol, sobre todo las gafas de sol de los diseñadores, eran más necesarias que nunca. Porque incluso en el paraíso puede haber una serpiente entre la hierba.
La primera tarjeta comercial de Oliver Peoples.
La primera campaña publicitaria de Oliver Peoples, «Working Opticians» que incluía como ópticos a los propios empleados de la firma. Photo de Wynn Miller.
Y allí, en 8642 Sunset Blvd., justo en medio de Sunset Plaza, Oliver Peoples abrió en 1987 su primer local de venta al público. Aunque, en realidad, más que abrir, sucedió. Era la unión perfecta de ubicación y producto, el lugar y el momento idóneos para que naciera una firma. Un primera visita revelaba lo evidente, un gran amor por las gafas bellas, elegidas principalmente entre modelos que iban desde los años 20 hasta los 60, las épocas con más glamour. Sin embargo, también se preocupaban de fabricar sus propios cristales y ofrecían una atención personal y unos consejos de estilo tan atinados que cualquiera podía sentirse como una celebridad. Más que una óptica, una galería con las gafas como piezas de arte. Les encantaba lo que hacían y, al final, ese amor acabó siendo correspondido por la gente de Hollywood, la buena sociedad, los rockeros... todos acabaron convirtiéndose en gente de Oliver Peoples. Si lo miramos con perspectiva, apenas había precedentes de algo como Oliver Peoples hasta el momento. Antes de ellos, todo el mundo se resignaba a llevar gafas aburridas, las que pudieran encontrarse en la óptica o en el optometrista. Es cierto que L.A. Eyeworks había abierto en 1979 algo más abajo, en Melrose, pero sus diseños eran más de la nueva ola, más extremos y pendientes de la moda, orientados a un mercado más multitudinario, audaces y originales, pero sin el clasicismo y la historia que empapa los de Oliver Peoples. Por entonces las únicas gafas de sol americanas eran las Ray Bans —«Wayfarer» o «Aviator» eran los modelos— que eran y siguen siendo fantásticas, pero no había variedad ni tampoco era fácil comprar gafas de calidad en otros sitios, y mucho menos gafas nuevas de estilo vintage bien hechas y con monturas de estilo retro.
El Whiskey a Go Go, captado aquí en los años 80, continúa siendo todo un icono. Foto de Gary Leonard/Corbis para Getty Images.
Creo que las primeras gafas de Oliver Peoples que compré fueron unas de montura de asta con los cristales de sol desmontables. Nadie había conseguido fabricar gafas molonas con cristales desmontables, eran algo para vejestorios. Y por eso aquel fue un momento perfecto de reintroducirlas, unas gafas renovadas y originales, incluso atrevidas para la época. Fue uno de los momentos fundacionales de la posterior reivindicación de los frikis, todavía en boga. Entramos a formar parte de una pequeña claque, el pequeño club de los llevaban Oliver Peoples.
Lo más radical de todo para la época era que las gafas eran unisex; ni siquiera recuerdo si Oliver Peoples tenía secciones separadas para hombres y mujeres, tal y como era habitual. En realidad, todo era cuestión de estilo. Se trataba del viejo Hollywood contra el nuevo. Llevar sus monturas tenía un significado, estábamos orgullosos del símbolo. Algo que aún hoy es cierto. Oliver Peoples, con su amor por los estilos del pasado, ha redefinido el propio estilo de Hollywood, convirtiéndose en uno de sus principales valedores, alguien capaz de hermanar, de forma muy postmoderna, lo antiguo y lo nuevo para dar lugar a algo único, una reinvención perfecta.
Anuncios de carretera a lo largo de Sunset Strip. Fotografía de Paul Chinn para la Herald Examiner Collection/Los Angeles Public Library.
El Sunset Tower Hotel en Sunset Strip en 1991. Fue diseñado por Leland A. Bryant en estilo art decó 1929. Fotografía de Santi Visalli para Getty Images.
Pueden cambiar los nombres de los negocios, pero la arquitectura y el ambiente de Sunset Plaza son tercos y siguen aguantando a pie firme la fuerza huracanada que el desarrollo inmobiliario de Los Ángeles está alcanzando (altos hoteles y condominios empiezan a brotar intimidantes a ambos lados de la Plaza a lo largo de Sunset Boulevard, tanto al este como al oeste).
Y, como ha sucedido durante décadas, estos pocos bloques seguirán evolucionando —para ser los mismos— mientras contemplan cómo sale el sol sobre Sunset Plaza. El agua de las mangueras arrastra los restos de la fiesta de la noche anterior; los toldos se despliegan para ofrecer su sombra a los cafés, los aparcacoches ocupan sus puestos. Un nuevo casting de personajes comienza a pulular por las tiendas y cafeterías, un guion se analiza mientras en un desayuno en Mel's, una chica nueva llega desde Illinois. La vida de Hollywood empieza otra vez, como todos los días, y Oliver Peoples sigue abierto.
Una fotografía de archivo de MP-2 clip.
TEXTO: Lisa Eisner and Brad Dunning